Y sucedió entonces que cuando desperté en el mundo de los sueños una anciana me observaba desde lejos. La cara totalmente marchita pero de cabello negro. Se acercó y dijo que le comprar una bolsa de dulces. No entendí y empecé a correr. Llegué a una feria y la anciana levitaba detrás de mi, me perseguía. Nadie parecía percatarse de eso. Finalmente me volteé y le grité a la anciana, los usuarios de la feria se avalanzaron sobre mi, era un irrespetuoso dijeron, mientras me vapuleaba.
Aparecí en otra instancia durante esa misma noche, otra instancia onírica. En un peñasco un niño caminaba junto a mi. Se adelantaba y daba saltos que hacían que flotara en el aire. Se reía. “Siempre nos rechazaremos” balbuceaba. Llegó un momento en el que un camino apareció entre el peñasco y parecía que el camino daba al mar. caminando tropecé y por la fuerza mi cuerpo empezó a flotar torpemente cuesta abajo. El niño me seguía pero muy atrás, no lograba alcanzarme. La calzada se introducía en el mar, al sumergirme el mar se congeló, debajo del mar, inmóvil, podía ver como el niño jugaba en la superficie y se reía de mi. Luego, desperté una vez más en esta yerma ciudad, en mi cama y con un poco de sudor.
Y sucedió que cuando desperté en el mundo de los sueños encontré a mi difunta abuela, al verme me abrazó contra su pecho, mi cuerpo se encogió y volví a ser niño, la vista se me nubló y sólo escuchaba el latir de su corazón. El momento duró tanto como duran los sueños. Luego desperté.
Y desperté en el mundo de los sueños dentro de un autobus escolar. La velocidad que este llevaba era increíble. La carretera surcaba montañas de barro y pasto seco. Todo era de color rojo. Una patrulla de policía nos atravesó el camino de manera que al frenar, yo salí disparado por la ventana. Me levanté sin ningún rasguño y seguí caminando. Al tiempo el escenario se convirtió en dunas de arena y yo iba descalzo. Los pies se me quemaban. En mi andar, tras una duna apareció un cadáver amortajado. Parecía fresco. -Que sucede- me susurró el viento. -No lo sé- respondí y seguí mi camino. Metros después desperté.
Y desperté en el mundo de los sueños dentro de un autobus escolar. La velocidad que este llevaba era increíble. La carretera surcaba montañas de barro y pasto seco. Todo era de color rojo. Una patrulla de policía nos atravesó el camino de manera que al frenar, yo salí disparado por la ventana. Me levanté sin ningún rasguño y seguí caminando. Al tiempo el escenario se convirtió en dunas de arena y yo iba descalzo. Los pies se me quemaban. En mi andar, tras una duna apareció un cadáver amortajado. Parecía fresco. -Que sucede- me susurró el viento. -No lo sé- respondí y seguí mi camino. Metros después desperté.
Y sucedió que cuando desperté en el mundo de los sueños vi a mi padre vomitándome, no entendía el porqué, pero me dije, -esperaré a que termine para matarlo a vergazos-. Luego desperté. Muy molesto, como siempre.
Esas fueron cuatro noches de sueños. Por acceso no puedo escribir todos los sueños y tampoco recuerdo todos los detalles que con el tiempo he ido olvidando.
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